viernes, 17 de enero de 2014

¡Chsss! ¡Este sitio es un speak-easy!

Cuando hablamos de un speak-easy a muchos nos viene a la cabeza algún pub que, con ese nombre, frecuentábamos en nuestra ciudad de origen. Aquí en Nueva York hoy en día, un speak-easy es, básicamente, un bar que no tiene ninguna pinta de serlo.
 

Me explico: el termino speak-easy (formado obviamente por: speak=hablar y easy=bajito) se acuñó en la época de la ley seca (1920 – 1932). Como la venta de alcohol estaba prohibida, surgieron estos establecimientos clandestinos, en los que la gente hablaba bajito para no alertar a los vecinos o a la policía de lo que dentro ocurría. De ahí el nombre. Exteriormente no tenían ningún símbolo que pudiese alertar de lo hidratada que salía la gente de dentro, así que se conocían por el boca a boca (otro posible origen del término).

Sea como fuere, la tradición ha llegado hasta nuestros días y el otro día visite uno en Downtown. Se llama Mulberry Project y, créeme, jamás entrarías si no supieses lo que es. Ningún símbolo en el exterior y, para más inri, no está en planta calle sino que hay que bajar unas escaleras. Dudé, si entrar o no. No sabía si estaba entrando en una propiedad privada, pero de eso se trata Nueva York, de descubrir.
Siguiendo con la tónica clandestina, el interior tiene poca luz y está decorado con colores muy oscuros. Sillones (cómodos) para beber y mesas para picotear.
Hasta aquí y, a aparte de la connotación clandestina, un garito como otro cualquiera.

Sin embargo, lo mejor es cuando el camarero se te sienta al lado y te pregunta con qué ingredientes quieres que te confeccione tu bebida. Como lo lees; de una lista de ingredientes frescos y naturales, nada de zumos o infusiones, puedes elegir los que quieras y mezclarlo con el alcohol que más te guste. El barman (y este sí que merece el nombre) te aconsejará si los que has elegido casan bien o hay que cambiar alguno de ellos porque, por ejemplo, mate el sabor del otro.
El resultado es inigualable, pero también tiene un precio. $15 por copa de media. Si los tienes, págalo: nunca habrás bebido algo tan especial. Si no, puedes esperar y seguir con el ya tan denostado gin-tonic, que a mí me sigue seduciendo.

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