Cuando
hablamos de un speak-easy a muchos
nos viene a la cabeza algún pub que, con ese nombre, frecuentábamos en nuestra
ciudad de origen. Aquí en Nueva York hoy en día, un speak-easy es, básicamente, un bar que no tiene ninguna pinta de
serlo.
Me
explico: el termino speak-easy (formado
obviamente por: speak=hablar y easy=bajito) se acuñó en la época de la
ley seca (1920 – 1932). Como la venta de alcohol estaba prohibida, surgieron
estos establecimientos clandestinos, en los que la gente hablaba bajito para no
alertar a los vecinos o a la policía de lo que dentro ocurría. De ahí el
nombre. Exteriormente no tenían ningún símbolo que pudiese alertar de lo
hidratada que salía la gente de dentro, así que se conocían por el boca a boca
(otro posible origen del término).
Sea
como fuere, la tradición ha llegado hasta nuestros días y el otro día visite
uno en Downtown. Se llama Mulberry Project y, créeme, jamás entrarías si no supieses lo que es. Ningún símbolo en el
exterior y, para más inri, no está en planta calle sino que hay que bajar unas
escaleras. Dudé, si entrar o no. No sabía si estaba entrando en una propiedad
privada, pero de eso se trata Nueva York, de descubrir.
Siguiendo
con la tónica clandestina, el interior tiene poca luz y está decorado con
colores muy oscuros. Sillones (cómodos) para beber y mesas para picotear.
Hasta
aquí y, a aparte de la connotación clandestina, un garito como otro cualquiera.
Sin
embargo, lo mejor es cuando el camarero se te sienta al lado y te pregunta con qué
ingredientes quieres que te confeccione tu bebida. Como lo lees; de una lista
de ingredientes frescos y naturales, nada de zumos o infusiones, puedes elegir
los que quieras y mezclarlo con el alcohol que más te guste. El barman (y este
sí que merece el nombre) te aconsejará si los que has elegido casan bien o hay
que cambiar alguno de ellos porque, por ejemplo, mate el sabor del otro.
El
resultado es inigualable, pero también tiene un precio. $15 por copa de media.
Si los tienes, págalo: nunca habrás bebido algo tan especial. Si no, puedes
esperar y seguir con el ya tan denostado gin-tonic, que a mí me sigue seduciendo.
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